Existe un eterno debate, aun hoy, de si los fenómenos sociales pueden
estudiarse de un modo científico o no: por un lado, tenemos a los defensores de
las Ciencias Sociales y Humanidades que consideran esta problemática ya
superada (son Ciencia), y por otro, algunos pensadores consideran que solo el
método científico se puede aplicar a las Ciencias Naturales.
Los adalides de que las Ciencias Sociales y las Humanidades no son Ciencia
sostienen su afirmación en el principio de neutralidad y objetividad de
la Ciencia. Hay que aclarar que la diferencia fundamental entre los
fenómenos naturales y los sociales es que, en los segundos, los agentes que
participan en dichos hechos son los mismos que los estudian, es decir, dichos
actores poseen conciencia y por tanto ideología y subjetividad; en
consecuencia, añaden que dicha conciencia e ideología es incompatible con el
método científico. Sin embargo, es curioso que aquellos que defienden el principio de neutralidad y objetividad de la Ciencia no reconozcan que dicha argumentación es, en sí misma, una formulación ideológica, y por tanto, subjetiva e interesada (en este caso es una óptica conservadora). No obstante, la tesis de que los fenómenos sociales no pueden analizarse científicamente no debe tomarse como una simple opción ideológica, sino como un grave error teórico de funestas consecuencias sociales, puesto que nos lleva al escepticismo y a la impotencia en la solución de los graves problemas del mundo.
El hecho de que un argumento tan débil sea dominante y vigente, señala que el marxismo no ha ganado la lucha ideológica en ese ámbito.
La objetividad y neutralidad en la Ciencia (ya sea natural o social) es un
mito, puesto que el desarrollo científico no se da en el vacío, sino en unas
circunstancias sociales, económicas, políticas e ideológicas particulares: no
determinantes, pero si condicionantes a la hora de la configuración de la
conciencia de los propios científicos; además, el ser humano no es un ser
exclusivamente racional (como se decía en el Siglo de Las Luces) y la Ciencia
cada vez da más prueba de ello, por tanto, lo subjetivo es algo intrínseco al
ser humano y no debe negarse sino asumirse como un factor presente en el
desarrollo de la Ciencia, y aunque suene paradójico, la Ciencia no sería
posible sin ideología.
Pero esto no significa una negación de la Ciencia, sino todo lo contrario, pues consiste en una aceptación de las limitaciones del propio ser humano a la hora de comprender el mundo que le rodea (reconocer esto, es una autocrítica necesaria para el avance científico).
Por último, pasaremos a analizar y refutar aquellos autores que consideran
que el marxismo no es una ciencia sino un dogma.
Uno de los principales defensores de esta idea fue el filósofo Karl Popper que afirma que el marxismo no es una ciencia porque no cumple el criterio
de falseabilidad, y añade que esta teoría es en realidad una cosmovisión
religiosa, que hace profecías históricas, y cuando resultan ser falsas,
entonces los marxistas simplemente se inventan racionalizaciones para explicar
de manera convincente el fracaso de su profecía. No obstante, considerar que el marxismo no se puede falsar es un grave error: el mundo como materia en movimiento (esencia del materialismo dialéctico) es falseable, el concepto de plusvalía es falseable, el Estado como dominación de una clase sobre otra (defendido por Lenin) es falseable, la existencia de la lucha de clases también es falseable, etc. En definitiva, todos estos elementos de la teoría marxista (y otros muchos más) se han demostrado como verdaderos.
Además, diversos marxistas, cuando han aplicado el marxismo a situaciones
espacio-temporales concretas, se han puesto de manifiesto errores teóricos que
han permitido reformular la teoría marxista para ser ésta de nuevo contrastada
con la realidad mediante la praxis (y así sucesivamente).
Existen varios ejemplos de ello: primero, Lenin analizó el desarrollo
del capitalismo en imperialismo y demostró que, mientras que las
contradicciones básicas y la dinámica subyacente del capitalismo seguían siendo
las mismas en lo fundamental, el desarrollo en imperialismo modificó ciertos
rasgos del capitalismo clásico que Marx analizó, también
demostró que ese desarrollo (del capitalismo a una nueva etapa, el
imperialismo) llevó a cambios en la esfera política y en la económica (que Marx
no había señalado); segundo, Mao Tse Tung, a base del desarrollo del
imperialismo y sus consecuencias en los países como China forjó la concepción
de la revolución de nueva democracia en esos países semicoloniales y semifeudales. además,
desarrolló la teoría de continuar la revolución bajo la dictadura del
proletariado sobre la base de la experiencia positiva y negativa del socialismo
durante más de medio siglo, primero en la Unión Soviética y luego en China;
tercero, el método del materialismo histórico, conforme al cual están
sobredeterminadas las demás actividades y dimensiones de la sociedad por las
relaciones de producción y de cambio, que Marx establece como base de todo
orden social, fue rebatido por el intelectual marxista Antonio Gramci, que
afirmaba que la super-estructura era tan importante o más que la estructura (lo
económico no determina lo ideológico-político).
El filósofo marxista Jean Paul Sartre fue crítico con lo que él
consideraba el marxismo dogmático y distinguía entre la dialéctica
dogmática y la dialéctica crítica. Además, añade que el marxismo en sí no
es dogmático, sin embargo, los países socialistas y los partidos comunistas han
suprimido el carácter crítico, de la dialéctica marxista. Si bien, esta crítica
es razonable, este hecho se debe en gran medida a las dificultades de llevar el
marxismo a la práctica, pues la formación ideológica de los cuadros y de las
masas es una tarea difícil que puede derivar en concepciones simplistas,
no críticas y erróneas del marxismo (que ayudan a la filtración de ideas
burguesas en éste y ponen en peligro la construcción del socialismo).
Karl Popper Jean Paul Sartre
David Alcázar Nieto