Recientemente han aparecido en el mercado nuevas tecnologías que nos permiten tener localizados en todo momento a los niños.
Debido al pánico existente en los progenitores de perder a sus hijos en extrañas circunstancias, han irrumpido en nuestras vidas una serie de dispositivos GPS para tener el control de los movimientos del niño.
Patricia Fernández de Lis se ha pronunciado sobre el asunto en un artículo publicado en el periódico el País, Niños siempre localizados con un chip, en el que pone de relieve el drama de una madre escocesa al ir a recoger a su hijo a la guardería y descubrir que estaba lejos de allí con unos extraños. Este caso y similares han servido a las compañías para ofrecer a los padres una serie de productos tecnológicos como chips, gps, teléfonos móviles, manejables y fáciles de usar para que en casos como el anteriormente citado, los familiares sepan dónde encontrar a los menores.
A priori la medida parece un gran invento, no obstante cabría señalar sus inconvenientes. En primer lugar, la privacidad se sacrifica por la seguridad. El niño es consciente de estar en todo momento vigilado, en este caso por los familiares. En segundo lugar, los expertos han informado a cerca de los daños colaterales que estos inventos producen al portador de los mismos. El niño al saberse vigilado puede pensar que es inmune a los peligros que le asechan y no es así, la vigilancia no garantiza la seguridad total de la posible victima. En tercer lugar, la confianza es vital para los seres humanos, y al usar estos mecanismos de vigilancia, el menor tiene la sensación de no ser autónomo y no poder confiar en sí mismo, necesitará según esto, una persona que lo guíe y lo proteja.
En conclusión, la tecnología sirve para mejorar nuestras vidas, y no para criar y educar a nuestros hijos. En realidad no somos conscientes de hasta qué punto estos inventos que más bien parecen artilugios mágicos, controlan nuestra vida, y si son realmente beneficiosos o perjudiciales para nuestro desarrollo como personas.
MC Moncada.
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